lunes, 8 de enero de 2007

Acerca de TUS (tm) y de la razón que lo convierte en el máaaas lindo sistemita del mundo, ¿Sí?

Pues sí. Aunque no lo crean, fétidos bolinches, todo esto comenzó (si eso es posible teniendo en cuenta los jugadores de los que el Patrón dispone) dotado de una intención seria. En los últimos tiempos, un nutrido grupo de aficionados al rol (en concreto, Sergio y Pequeño Perceval, su duende artúrico-feérico al que sólo él puede ver, y escuchar, claro) han venido preocupándose por extender las froteras de tan noble arte hasta el lugar que rolero alguno jamás pisó (y no, no nos referimos a los exteriores de Granada), procurando ir siempre más allá, o al menos, un poquito más de lo que estamos acostumbrados. Lo que queremos decir, méndigos mugrosos hijos de una rata negra y tuerta, no es otra cosa que la que sigue, a saber, que todo esto del rol está muy bien si pensamos en lo que nos ofrece... Cubre ciertas "necesidades" de todos con eficacia admirable, por ejemplo, la de hacernos partícipes de un gran relato, una historia sapiencial, un mito, ya saben, todo eso de la recreación del modo de vida y actuación que genera el mito y viceversa; además, proporciona diversión y buenas historias, sin contar, desde luego, la intensa vida social. No obstante, a pesar de todo ello, hay algo que falta en el rol. Sí, sí, algo falta, y no nos miren así.


Eso de lo que carecemos no constituye una ausencia real, podría decirse que siempre ha estado ahí en cierto sentido, pero desgraciadamente no hemos sabido sacarle partido pensando en cosas, quién diría que no, más importantes, como los números, porcentajes, puntos de experiencia, y los dibujitos manga, cómo me joden, que están destinados a todo Pj (y no importa que la campaña se sitúe en la época oscura tras la caída del Imperio, la invasión bárbara y la hegemonía de Bizancio en el antiguo mundo helénico, no, garabato manga al canto que es lo que mola) o la filiación con algún pseudoclan tenebroso que (¡Ojo, tíos!) ahora controla las tiendas de chinos y el tráfico de abanicos en la Croacia septentrional, por no mencionar la que traen liada con los acólitos de la zarzuela y el pasodoble, que a nadie más rinden tributo.


En fin, que lo que hemos olvidado en el rol es, posiblemente, lo que más importe: la intensidad emocional. Con este uso del término se pretende univocidad, pero al ser esto ligeramente imposible, lo rebajaremos a una pretensión de definición: la intensidad emocional puede definirse como aquel conjunto de pasiones, ambiciones, motivaciones, traumas, problemas y circunstancias que un personaje tiene como propias, desde y por las cuales establece relación con el mundo e interactúa con él. Si en la hoja de personaje se reservara el primer espacio para una descripción detallada de ello, otro gallo nos cantaría, y muchos de los imbéciles que abarrotan las mesas de juego desaparecerían del mapa, alabados sean los dioses falsos.

Pensemos en lo poco comunes que son, y han sido, las escenas emocionalmente intensas y con participación activa de los jugadores en una interpretación, al menos, entregada (a nadie se le exige haber nacido Laurence Olivier, en serio). Bueno, se supone que quizás también los hay que quieran disfrutar de eso, de ubicarse junto a su personaje y llevarse de paso toda su carga emocional, generada por las circunstancias y la naturaleza propia de su carácter, a partes iguales.


Pues habida cuenta de todas estas cosas, tan rebonitas, Pequeño Perceval y yo mismo aúnamos fuerzas en pos de nuestra nueva cruzada, dispuestos a encarar el primer problema. "Las ciencias definen, en primer lugar, su objeto, aislándolo del resto y estableciendo lo adecuado para su conocimiento, en un proceso de abstracción", o eso dice Aristóteles, que está muerto, y ya sabéis cómo se pone Aristóteles cuando lo quieren matar... Así que el asunto se trataba, ni más ni menos, de aislar un objeto determinado, un objeto que cubriera nuestras expectativas (sobre todo las de Pequeño Perceval), y en el que se hallara contenida toda esa carga de emocionalidad que perseguíamos sin descanso. Además, debía encontrarse ya presente en el mundo rolero, ganado con ello la familiaridad previa de la comunidad (no les vaya a reventar la puta cabeza) con aquello que se les propone.

La respuesta era obvia: material audiovisual, capaz de transmitir conceptos, sentimientos y situaciones de una forma intuitiva mediante la participación sensorial del sujeto. Y además, ya era consumido masivamente en forma de series o películas de culto en el sucio y siempre degradante ambiente en el que nos movemos. No obstante, la serie, el prodigio máximo que guionista alguno jamás engendró, servía a nuestros propósitos. La serie no es más que una historia que pretende continuidad, narrada mediante segmentos temporales. Nada se ajusta mejor a las exigencias del rol.

Así que dicho y hecho, Pequeño Perceval y yo nos pusimos manos a la obra y diseñamos un sistema de mierda que puede proporcionar grandes cantidades de diversión. Un sistema construído con el fin de replicar en una partida de rol no sólo la atmosfera y técnicas narrativas propias de una serie, sino también, y especialmente, la actitud que un actor ha de desplegar a la hora de interpretar un personaje durante un rodaje, es decir, todo el asunto de "meterse en la piel del personaje". Es por esto que se recurrió al teatrillo, a la creación de cierto espacio en el que las "normas" de la vida cotidiana pierden vigencia y son, a la vez, sustituídas por otro grupo de ellas. Que un jugador, cuando entra en escena, haya de incorporarse a un mundo en activo, dotado de sucesos y palabras, en el que su personaje se encuentra ubicado, posibilita una identificación real, y la interpretación, que se pretende absoluta (gestual, verbal, mímica), ayuda.

Decidido esto, que se iba a recurrir al teatrillo de la abuela (pues no es otra cosa, al fin y al cabo), diseñamos un sistema mínimo de reglas que pudieran regular los momentos de acción en escena, el quién hace qué y cómo, para entendernos. Ya conocen el sistema y sus nueve o diez reglas, que no hay más.

La próxima entrada abordará la versatilidad de TUS (tm) y su increíble aplicación para llevar a la mesa todo aquello que nos guste de la pantalla (lo del porno es asunto vuestro, pero para eso hay otras cosas, y va por ti, Rivas). Finalizamos recordando que todo esto fue alumbrado con seria intención. De hecho, la primera serie en la que pensamos, para que se enteren de una maldita vez, no fue otra que "Yo, Claudio", magnífica y nunca bien ponderada. Algún día, tras "Los Plateados"...

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